Montecarlo también es para Novak Djokovic, un campeón desatado que tiene al circuito a su merced. En una final por entregas, interrumpida durante un buen rato porque al cielo le dio por llover, el serbio derrotó a Tomas Berdych en una pelea de altibajos que se resolvió en el tercer set (7-5, 4-6 y 6-3). Es el cuarto título del año para Djokovic, una bestia obsesionada con París. 
Porque la meta es Roland Garros, fin de trayecto de esta gira europea por la arcilla. Al balcánico sólo le queda conquistar la Philippe Chatrier para cerrar el círculo y se puede decir, pese a los números inmaculados de Rafael Nadal en Bois de Boulogne, que es el claro favorito para todo. Ahí están los números y las formas.
Djokovic derrotó a Berdych en una final accidentada. En el coqueto Country Club, en donde los paraguas también son de lujo, los finalistas regalaron un primer set repleto de intercambios. Empezó genial el checo, reaccionó el serbio y en el carrusel de roturas se impuso el número uno. Un 7-5 para empezar que le acercaba a su tercer Masters 1.000 del curso después de los de Indian Wells y Miami.
Sin embargo, la situación dio un giro a partir de la lluvia. Se interrumpio el segundo parcial con 3-2 para Djokovic y al volver se le apagaron las luces durante un instante. Algo frío, sesteó cuando no tocaba y permitió que Berdych rompiera en el séptimo juego, una ventaja definitiva para cerrar el puño y estirar el debate.
En la hora de la verdad, Djokovic no quiso bromas ni agonías. Puso la directa, movió con más gracia a su rival y ofreció puntos de nivel. Aun así, Berdych tuvo sus opciones de subirse al tren, pero se le escapó, una vez derrotado por un oponente que le tortura. En 21 enfrentamientos, 19 los ha ganado el balcánico.
Este triunfo hace más número uno a Djokovic, que el año pasado fue eliminado en semifinales por Federer. Ahora nadie puede con él (solo dos derrotas en esta temporada) y mantiene su velocidad de crucero, empeñado en conquistar París.
